domingo, 29 de junio de 2014

Literatura, Psicoanálisis y Amor. Por Juan Terranova


(Debate parte 2)

Pregunta – El imperio del sentimiento. Lacan decía “el sentimiento miente”. La verdad, me encanta la charla, y esta cosa que decía acá el amigo, de lo no reactivo de la crítica literaria y lo que decías vos del odio. Hay razones del odio…
Juan Terranova – está bueno, “Hay razones del odio”, te lo voy a robar

Comentario – los cristianos, el cristianismo, hacen pensar que el amor es una cosa buena y que el odio es reactivo. Para el odio hay razones. Yo quería hacer una pregunta que al final la contestaste, pero esta cosa entre los analistas y los escritores, que a mí me sorprendió que gente ligada al psicoanálisis invite un escritor y no un psicoanalista, me alegro además. Yo tengo muchas ideas sobre literatura y psicoanálisis, pero más allá de las ideas que tengo, en los varios años que vengo escuchando psicoanalistas y escritores lo único que encuentro de manera repetida es odio reciproco, que no solo tiene que ver con el narcisismo de las pequeñas diferencias, porque hay cuestiones teóricas…
Juan Terranova – encontradas, si…

Comentario – me llamó la atención que vos no mencionaras, y me parece significativo, la pasión de la ignorancia. Viste que Lacan dice: el odio, el amor, pero la más importante de todas es la ignorancia, una pasión del yo, ¿no?

Juan Terranova – bueno, dije la indiferencia, que dije no me quiero meter…

Comentario – sí sí, pero la indiferencia ligada ahí. Digo esto: esa laguna que vos señalás muy bien que no es un desierto, como zonas de desertificación cultural, ¿no?, son lagunas que no terminan de conectarse. En este sentido este esfuerzo, esta invitación, me parece que es conectar estas dos lagunas. Ahora, me da la impresión que tenemos que franquear el límite de la ignorancia recíproca, porque cada vez que escucho a un analista hablar de literatura dice cagadas, dice cosas que no son. Y los escritores cuando hablan de psicoanálisis apelan a la imaginación y al sentimiento, lo que sienten, digamos…
Juan Terranova – y siempre sienten cosas feas, aparte…

Comentario – hay un desencuentro de las razones, del odio entre los escritores…

Juan Terranova — no siempre fue así…

Comentario – no siempre fue así, pero además me parece más importante ahora que el psicoanálisis se ha mostrado a lo largo de la historia, o por lo menos en la Argentina, bien lejos de la medicina y bien lejos de los profesores de filosofía. Entonces me parece que la literatura y la crítica literaria, es un buen momento para retomar esa relación que Masotta la había abonado bastante, y es un buen momento para retomar ese vínculo y hacer ese doble esfuerzo. Y retomo la charla misma… la ignorancia que reina entre los analistas y los escritores y los críticos literarios y después, encontrar las razones de ese odio, hay razones, hay razones teóricas y hay razones en las que estamos muy de acuerdo, ese es el primer punto. Pero después encontrar entre escritores y analistas las razones del odio hacia lo políticamente correcto, hacia esta neoliberalizacion de la vida cotidiana, las razones concretas de este Lopezreguismo argentino donde el peronismo era como el símbolo del deseo, digamos, del negro. Entonces me da la impresión de que hay algo, como una posibilidad…

Juan Terranova – siempre está la posibilidad, pero siempre también está fuertemente la separación…

Comentario – incluso yo lo veo como algo que ya está muy claro, pero …

Juan Terranova – te respondo, básicamente los escritores de mi generación no saben un carajo de psicoanálisis, no saben lo que es, no están formados. Alguno por ahí sabe algo más porque tiene alguna formación, Luciano Lutereau, por ejemplo, que es escritor… pero es analista. Lo que pasa es que hubo un boom del psicoanálisis muy fuerte, o repetidos booms a lo largo del siglo veinte y ahora está estabilizado y tiene su clínica y bueno, los escritores se van a buscar… dejan de leer esa disciplina. A mí me parece interesante y fui a dar unas charlas -le estaba contando a Marcos- a la fundación Descartes y las di con un psicoanalista. Entré pidiendo disculpas por como los escritores o los narradores o la gente que se dedica a la comunicación trata al psicoanálisis, me parece que era una falta de respeto total. Entonces ya los cagué ahí, porque si entrás pidiendo disculpas no te pueden saltar, entonces ya estaban dominados totalmente por mi carisma arrollador y me victimicé, utilicé la corrección política de entrada, “soy víctima de mis pares”... Ahí se dio un dialogo especial y entonces lo que queda claro, lo que quedó claro es que el psicoanalista quiere saber de literatura, quiere saber de ficción, quiere saber de poesía, quiere saber de teoría literaria, y quiere escribir, lo confiesa, “yo quiero escribir”. Escribir es escribir una novela, eso quiere el psicoanalista. Y el escritor, odia al psicoanalista porque el psicoanalista en su práctica con la lengua gana dinero, mucho dinero, siempre es mucho más de lo que ganan realmente y están siempre mucho mejor de lo que realmente están para la cabeza abollada del novelista porteño, sobre todo el porteño. Entonces ahí ya se genera una cosa de desconfianza porque el escritor tiene algo que el psicoanalista desea, que no se anima a practicar, que practica a destiempo, en sus deshoras y el otro no se los quiere largar, porque dice: “no, vos andá a hacer tus chanchuyos analíticos, curá a esas viejas que te hablan boludeces todo el tiempo en el diván, sacále plata, no te metas con lo mío y mucho menos me vengas con tus herramientas a leer mis porquerías, porque vas a leer cosas todas mal, vas a leer todo mal”. Como Lacan leyendo a Joyce -que es una cosa que decía Ritvo- que lo lee mal. Y tiene razón. Eso no sirve, es una porquería. Entonces hay como una desconfianza en ese sentido, pero obviamente, hay que transformar  esa desconfianza e un acercamiento. La riqueza que tiene la Argentina psicoanalítica no la tiene ningún país, la Argentina es el país del psicoanálisis y Buenos Aires, perdónenme, soy muy porteño, -hay que decirlo- Buenos Aires es la capital del psicoanálisis internacional. Ni en Paris hay tanta formación psicoanalítica como hay en Buenos Aires, no la hay. Uno va a Paris y “sí, esta Lacan y que se yo y obviamente también seguimos leyendo posestructuralistas, aplicamos Melanie Klein”, no sé, hay diferentes escuelas. Estábamos hablando hoy que Rosario también tiene esa presencia, no solamente, te vas a Córdoba y también…

Comentario – lo que pasa es que la afinidad entre literatura y psicoanálisis es mucho más amorosa que la que hay, ni hablar, con la biología, con la medicina.

Juan Terranova – yo creo que el acercamiento tiene que ser de parte de las personas que trabajan escribiendo. Yo creo que una cosa que tiene que hacer el crítico literario es armar un mapa de lecturas. Entonces yo tengo que venir acá y darles a los psicoanalistas, decirles qué tienen que leer y dónde se van a encontrar la literatura, algunos, por supuesto, ya hicieron su recorrido. Para mí es muy placentero -hoy le estaba revisando la biblioteca a Marcos- encontrar libros que me resultan afines, o bien los leí o me daban ganas de leerlos porque los tenía ahí. También me ha pasado de ir a casas de psicoanalistas que no tienen un libro… O que tenían esa biblioteca completamente cerrada, que es: todos los seminarios de Lacan, los Amorrortu de Freud y pará de contar, y después una novela de Saramago, “che, ¿ves?, a mí también me interesa la literatura, ¿ves?, informe sobre la ceguera, está buenísimo, Saramago, cada tanto me leo un poema de…” Dale boludo, de Bécquer en la internet, dejáte de joder, y después andás por ahí diciendo “lo importante de la lengua”, y que se yo…
No, primero creo que Freud y Lacan son dos ensayistas que hay que leerlos. Yo no puedo leerlos al nivel de especialización que lo leen los lacanianos en Buenos Aires que discuten cosas rarísimas que me resultan ajenas y todos esos dibujitos de mierda que no entiendo nada, digamos. Pero después hay textos que me parecen fundamentales, Lituraterre me parece fundamental para entender el funcionamiento del significante y cómo el crítico no puede salir atrás de todas las pelotudeces que se dicen en el mundo y se siente en falta porque se escriben millones de libros, sí, pero son todos una cagada, porque es el significante suelto ahí, digamos. Pero me parece que es muy interesante. Yo cuando leí Lituraterre por primera vez sentí un sacudón, dije, ¡Epa! Lacan está de culo, no se entiende nada, pero cuando empezás a entender lo que está diciendo es fantástico. Está de culo, está indignado, está pero re francés puto de culo porque vinieron Barthes y Derrida a decirle que no se meta con la literatura. Entonces el tipo dice pero ¿cómo es esto?, entonces le responde unas cosas terribles, todas elípticas, y les dice: todos los signos que para ustedes son tan importantes son parte de una necesidad del ser humano y no tiene el significado que ustedes se piensan que tiene. Es más, no tiene  ningún significado, están sueltos, están perdidos en la pulsión de la oralidad o en las publicagaciones que son las cosas que escriben las viejas en los talleres literarios y publican libros de poemas. Pobres las viejas; porque hay tipos que dicen que son escritores maravillosos y yo fui a la feria del libro y dicen cosas parecidas. Entonces me parece que sí, que hay una unión que es complicada pero hay que hacer un esfuerzo. Yo siempre escucho que los psicoanalistas quieren saber qué es lo que pasa con la lengua en su formato excepcional, artístico por lo cual entendemos la literatura. En algún momento la relación estaba más cercana, creo que la institucionalización de ambos sectores de la cultura es muy fuerte y que sí, que estaría bueno acercarse…

Pregunta – con esto que decís, pensaba en un ensayo de literatura y psicoanálisis de Piglia, está en Formas Breves...
Juan Terranova – lo tengo muy presente…

Comentario – y me parece muy problemático porque termina comparando la figura del analista con personajes de la literatura de Poe o de Conan Doyle…
Juan Terranova – citás el ensayo paradigmático del equívoco entre Freud y el resto del mundo. Yo en la década del noventa fui a tres seminarios que dio Piglia en la facultad de Filosofía y Letras, tuve el privilegio de ser uno de los millones de tipos que lo iba a escuchar, me resultó muy importante para mi formación. No lo cito como una afectación, sino que realmente me resultó muy importante para mi formación y he escrito sobre él y me parece un tipo muy interesante. Creo que ese ensayo es terrible, porque finalmente abona esa separación y se nota muy claramente que le afana un par de ideas a Faulkner. Faulkner los para a los psicoanalistas, les dice esto no, porque lo que hago yo es mucho más importante. Primero, dice Faulkner, yo estoy en la polis hace mucho más tiempo que todos estos tarados que leen a Freud, que vienen como a sacarle la ropa a la gente, dice. Y claro, a partir de eso ya no se puede construir nada más. Borges también, Borges decía: esto de los sueños, estos textos de los sueños de Freud no van, son pobres, decía. Voy a hablar de los sueños -decía en una conferencia- y fui a buscar a ver que decía Freud y me pareció pobre y procaz. Pero últimamente la figura de Lacan, muy problemática, siempre, volvió como insumo para leer las ciencias sociales vía diferentes tipos de autores que recorren todo el espectro, desde esa cosa medio bufonesca de Zizek hasta Laclau, hay un montón, y Piglia paró la oreja frente a eso, y es interesante y eso estaría bueno escribirlo, yo tengo la idea de escribirlo y lo encontré dos veces citando a Lacan…

Pregunta – ¿Piglia? Es muy amigo de Germán García…
Juan Terranova – sí, pero siempre con esa distancia de yo curro acá y vos currás allá

Comentario – ¿en Formas breves, no?... comparto plenamente…
Juan Terranova – ¿Qué es lo que dice en Formas Breves? Dice que es un gesto narcisista el del analizante, el tipo se va a analizar y cuenta su historia.

Comentario – hablar de yo…
Juan Terranova – claro, no entendiste nada Ricky, hay que decirle. A mí, mi analista me dijo “es muy poco generoso, porque es un tipo que nunca estuvo con una persona que necesitaba hablar para experimentar cierta forma de la cura”, es el gesto del autista, es el tipo que está en su gran biblioteca en conversación con los filósofos y los pensadores y si viene un adicto al crack, ah, ese tipo no, bueno, que se hunda…

Comentario – y en el camino de ida esta la universidad ahí arriba. En la última novela de Piglia está la universidad….
Juan Terranova – Norteamericana.

Comentario – que es un obstáculo también para que el escritor tenga un encuentro con la cosa analítica. Después tengo una última pregunta que la quería hacer…
Juan Terranova – esperá, quiero decir esto. Encontré -ahora te doy la palabra- lo encontré dos veces citando a Lacan, una en las conferencias que dio sobre Borges en ATC y siempre dice lo mismo, la otra vez que lo escuché dice lo mismo, dice así: “voy a citar a Lacan, pero por última vez”, “pero por única vez”. Claro, hijo de puta, estuviste leyendo, te diste cuenta que esta bueno y ahora te da pudor, porque es un tipo muy pudoroso Piglia en ese sentido también. Es un tipo que no puede hablar de sexo. En esa novela “El camino de ida” se ve que le cuesta. Es un tipo muy borgiano y tiene todo ese pudor.

Pregunta – yo me quedé pensando mucho en que vos decías, que te enojaba mucho el equívoco en la literatura, que a todos los que estamos en el psicoanálisis nos pasa, bah a muchos, lo mismo, y yo trato de llamar a eso la política de la confusión. Como que es una política lo del equivoco, o como lo llamas vos, la confusión, de la que viven muchos. Pero en ese sentido, la pregunta tonta que no te iba a hacer pero que ahora podría hacerlo porque me parece que es más pertinente: en el análisis -hago una analogía así, demoniaca- en el análisis vos tenés el analista que está ahí y es como  que el deseo del analista, el deseo de saber, es la pregunta que te hace y te causa algún relato, produce un relato, la histerización y todo esto; la pregunta tonta digamos, vos como escritor, que no tenés al analista ahí como el deseo del analista. Si digo esta analogía de que el analista es la causa de un relato, al escritor ¿qué es lo que lo hace escribir no teniendo un analista ahí como soporte?

Juan Terranova – al escritor no tengo idea. ¿Qué es lo que hace escribir a Selva Almada? No tengo idea. Siempre que la veo tiene cara de culo, entonces no tengo idea lo que es. Es una chica muy simpática y lo que escribe no me interesa en absoluto. No te voy a responder por ella. Yo te puedo responder por mí. Hay una frase de Simone de Beauvoir que me gusta mucho, que para diferenciarse de Sartre, que era el gran filósofo francés, decía: mi pasión siempre fue la comunicación. Hay una pasión en la comunicación. Entonces, a diferencia del tipo que dice “yo voy a escribir, como Kafka ¿no?, mi diario, la soledad”. A mí me apasiona la comunicación, me apasiona ir contra el equívoco, tratar de conectar algo, que venga él acá y me diga: bueno, yo estoy leyendo, con un tono que pensé que en un momento me iba a decir: bueno, lo tuyo más o menos. Es un lector, eso a mí me gratifica mucho, de una forma narcisista y vulgar, pero también digo, bueno, de todo lo que tomo estoy devolviendo  y aparece un tipo que por ahí siente y eso me parece muy intenso. Y lo otro es ir en contra del aburrimiento. Ir en contra del aburrimiento. Yo histéricamente me revele contra el aburrimiento. Yo me di cuenta que cuando leía y escribía aparecía algo, sublimaba algo, un mandato paterno de la productividad por ejemplo. A la mierda, porque escribir y leer nadie te paga por eso, o te pagan muy poco. Pero había una cosa de lo productivo, de estar en cualquier lugar leyendo y que eso fuera productivo. Frente a las instituciones escolares que te impugnaban, que te aburrían, que te excluían, que te exigían en boludeces, la lectura y después la escritura de esas lecturas me sacaban el aburrimiento. Eso me parecía mágico. Fue una trampa total, yo tendría que haber sido ingeniero, dedicarme a hacer puentes y tener grandes contactos con el estado básicamente, eso hubiera sido fantástico. Cada vez que me pongo a escribir pienso en eso. Cuando no me sale algo pienso en eso; o cuando leo algo y digo esto no va, y tengo que escribir… Pero también me imagino que ese Juan  Terranova ingeniero que no fue, seguramente iba a tener un deseo de una gran biblioteca, de tener tiempo de leer, de no tener esas responsabilidades que cuando uno trabaja 8 hs te coptan. Yo trato de vivir la aventura intelectual con esa intensidad, de no quejarme, porque para mí, para fantasear me hubiera gustado ser el lateral derecho de Argentina y estar jugando el mundial, ya un poco viejo, pero si Juega Pirlo de diez de Italia, yo tranquilamente podría jugar de lateral derecho en Argentina, no sé, que se yo. Es una idea. O retirarme como uno de mis ídolos del futbol que es el colorado Saja que escribió un libro que se llama  “Los colores del futbol”, que es una mierda el libro, pero bueno, el tipo se puso y se sentó con alguien y se escribió un libro. Se retiró jugando en Ferro -que es el club del cual soy hincha- por una lesión, pero ya estaba viejo. Era un tipo que tenía setenta y siete años y jugaba de volante por derecha, que me parece que es lo que a mí me gusta más. Volante por izquierda es más complicado ¿no? Porque si es zurdo está bien, pero me da la sensación de que me sentiría incomodo yo jugando por izquierda... Esas cosas pienso cuando escribo. No sé si te responde.

Comentario – perfectamente. La última pregunta que te hago. Para construir puentes justamente entre literatura y psicoanálisis ¿Qué libro tuyo tengo que leer?
Juan Terranova – No se…

Comentario – bueno, alguno de ensayos, algo que ilustre. Pensá en un psicoanalista, en un burro, digamos.
Juan Terranova – eso me gustó, me convenció. Yo estoy escribiendo mucho últimamente, con mucha dedicación, en una revista digital que se llama “Revista Paco”, revistapaco.com, y ahí empecé a usar algunas de las herramientas conceptuales que da el psicoanálisis. Por ejemplo estuve leyendo con atención el Kojeve del cual Lacan toma mucho, que agarra Hegel y el deseo, me parece muy interesante. Un poco para ir en contra de la corrección política, porque lo que pongo yo ahí es que el deseo rompe con toda esas lógicas represivas, el deseo es el deseo del otro y lo objetiviza al otro, si no hay objetivización, si no transformase al otro en objeto es muy difícil desearlo, lo anulás cuando lo deseas. Eso es algo que toma Hegel, que toma Kojeve cuando comenta a Hegel y Lacan también. Hay una cosa del deseo que choca contra la otredad. No se puede desear a otra persona  y al mismo tiempo respetarla en su último milímetro, hay una cosa del avance del deseo sobre el otro y de los celos y de que el otro te desee a vos, hay todo una reciprocidad. Escribí un texto sobre eso y me parece que escribí un texto sobre la relación que tenemos con los monstruos. Por qué los monstruos son y el deseo que los genera, las pulsiones, y ahí me parece que hay algo. Si bien yo no soy un psicoanalista, no pienso como psicoanalista, usé esas herramientas para narrar esas situaciones, que están dentro de la tradición psicoanalítica. Tendrías que entrar ahí y fijarte la nota que escribí, hay sobre muchas cosas, pero hay notas que escribí últimamente sobre eso, me parece que se formaría ese dialogo.

Marcos Apolo Benítez – ¿Alguna otra pregunta? ¿Comentario? ¿Piropo?
Juan Terranova – como me estigmatizaron con lo del piropo. La puta madre.

Marcos Apolo Benítez – Juan, ¿algún comentario?
Juan Terranova – muchas gracias por escucharme, por la paciencia, gracias a vos por la invitación. Estoy muy contento de estar en Rosario, me gustó mucho venir y charlar estas cosas sobre todo, me gratifican mucho.

Marcos Apolo Benítez – yo te quería agradecer a vos por tu visita, pero además decirte que sos uno de mis héroes de la crítica y la novela.
Juan Terranova – lo lamento tanto.

Marcos Apolo Benítez – no defraudás. Y gracias a todos por venir acá y ayudarme a trazar estos puentes entre psicoanálisis y literatura, que es necesario en este momento donde la lengua esta como esclerótica, y tomar de la literatura y que la literatura tome esos conceptos tan ricos del psicoanálisis me parece que le da esa cosa viva y pícara y satírica que tiene la lengua, para no morirse. Hasta la próxima.
(Texto desgrabado por Gonzalo Chialvo y establecido por La letrina de Apolo)

martes, 24 de junio de 2014


Psicoanálisis, literatura y amor. Por Juan Terranova

(Texto íntegro de la ponencia que diera en Rosario para el evento organizado por
La letrina de Apolo)

Buenas noches. Voy a ser muy breve para que podamos conversar. Marcos Apolo Benítez me invitó hoy a este lugar para que les presentara algunas ideas sobre psicoanálisis y literatura. Así que aparte de intentar ser breve, voy a ser indiscreto y les voy a leer una de mis respuestas a su invitación:
“Para mí el cruce Psicoanálisis y literatura siempre es convocante. Pero al mismo tiempo resulta un poco trillado. Creo que, para interesar a los posibles asistentes, habría que agregarle algo más. Sería una forma de usar la especulación por la convocatoria como un desafío para la charla. Si tuviera que cortar la relación entre psicoanálisis y literatura a mí hoy me gustaría agregarle el agente catalizador del amor. Creo que ahí ya, desde mis ganas, mi visita a la ciudad, y desde un posible auditorio, al que no pienso muy grande, se produce un interés. Literatura, psicoanálisis y amor. Queda raro pero si me preguntás a mí, eso me interesa.”

Después agregué: “Si pusiéramos Eros, literatura y psicoanálisis creo que estaríamos arrugando un poco. Vamos derecho al punto. A los bifes, y ya.”
Marcos Apolo entendió perfectamente, aceptó el cruce tripartito que le ofrecía y agregó: “muchos psicoanalistas se la pasan hablando de Eros con tal de no tocar el amor...” 
El amor, no el Eros, entonces, nos convoca esta noche. Amor y Eros son diferentes. Cuando hablamos de amor no existe ese velo del vocabulario erudito, no existe esa distancia. El peligro resulta así evidente: elegir la palabra “amor” nos podría llevar a la pasión o directo a la cursilería, pero también a ambas. Allí vamos.
Tenemos estas palabra, entonces, que parece decir todo y nada. Y tenemos esos dos esqueletos conceptuales, esos dos cuerpos bibliográficos –a veces solidarios, a veces ajenos– que son el psicoanálisis y la literatura. ¿Qué pasa cuando un narrador, un poeta, un crítico, un psicoanalista tiene que escribir o decir la palabra “amor”? Lo que hace, si es perspicaz, es poner un adjetivo. El consejo en modo imperativo con sonido publicitario, casi proselitista, sería: “Pongale un adjetivo a la palabra amor.” Y eso ya cambia la situación de lectura. Siento amor. Experimento amor. ¿Pero qué tipo de amor? ¿Cómo es ese amor? No es lo mismo un amor sospechoso, un amor cruel, un amor masoquista, una amor infantil, un amor húmedo o uno seco.

Si uno dice “siento un amor total” o “un amor completo”, no avanza, se genera un efecto redundante, de repetición, pero si se arriesga con el adjetivo, el amor se complejiza, y lo que está entumecido, nuestra idea romántica del amor, se ablanda, se vuelve más próximo, más tangible.
Siento un amor incompleto, un amor inconstante, un amor opaco, un amor vulnerable, siento un amor inútil. Siento un amor útil. Y si se agrega el objeto de ese amor creo que avanzamos incluso un poco más:  
“Siento un amor irregular hacia la obra de Jorge Luis Borges.”
“Experimento un amor inexplicable a la ciudad de Córdoba.”
En esas dos sentencias estoy siendo autobiográfico y honesto. No son meros ejemplos.
La idea de adjetivar, de encuadrar y rodear la palabra “amor” me surgió hablando con un psicoanalista. Yo venía contando, entusiasmado, y él me cortó y me preguntó: “¿de qué tipo es ese amor?” Respondí y a mí vez le pregunté si le hacía esa pregunta a sus pacientes y él me explicó que sí, que la pregunta intentaba desautomatizar la proliferación del significante. Una pregunta simple: ¿de qué tipo es ese amor?
Pensemos en el significante arreciando, el tipo hablando, hablando, y cuando aparece la palabra “amor”, mi amigo, el analista, pregunta “¿de qué tipo es ese amor?”
¿Qué resonancias tiene la palabra “desautomatizar” para mí, que no soy analista sino un brumoso crítico literario de los arrabales de Buenos Aires? “Desautomatizar” suena a la ostranenie de los formalistas rusos, al extrañamiento, la la desfamiliarización, a ese rasgo que hace literatura a la literatura. El adjetivo desautomatiza en relación al amor, lo carga de ideología, lo desplaza, lo extraña, lo objetiviza y podríamos decir lo complejiza y refina.
Con el amor aparece un desafío del crítico literario que es como contar, como argumentar, como narrar, su amor a los libros. No a los libros en general sino a cada uno de los libros que lee en particular. El difícil desafío, podríamos decir, del elogio. Si tener una mejor relación con el amor implica saber encontrarle buenos adjetivos, adjetivos que cumplan su función descriptiva, con la lectura pasa algo similar. Los libros por los que sentimos amor nos demandan una lectura sofisticada, un adjetivación precisa, imaginativa, productiva.
Hoy atravesamos un momento en que el amor apasionado está mal visto. O digamos, más bien, todas las pasiones están mal vistas. Y creo que refinar un poco esas pasiones es un acto de amor a sí mismo y a los otros. Si no hay pasión, si no hay amor, bueno, creo que ahí lo que asoma son las pulsiones. Las pulsiones, lo sabemos, esa parte reptil de nuestro cerebro, no pueden triunfar. Si triunfa la pulsión lo que triunfa es la Skinet de Terminator, triunfa la iguana comiéndose a sus hijos. Así que necesitamos el amor y necesitamos el amor pasional. Y eso implica un grado de violencia, un grado de desorden, un grado de caos. ¿O alguien puede negar que amar con intensidad, con pasión, implica violencia? Violencia primero contra los que nos dicen que no debemos apasionarnos. Violencia contra el que amamos, porque nuestra amor lo modifica. Y violencia también contra nosotros mismos.

Se dice que el reverso del amor no es el odio sino la indiferencia. Hay mucho en este saber popular. Heidegger, por ejemplo, situaba lo malo en la Ira. Pero al mismo tiempo ponía a la Ira en el Ser. Decía algo así como que la Ira y la Gracia descansaban juntas, apoyándose en el Ser. Pido disculpas por mi Hidegger banal y mis instrumentales y deslucidas simplificaciones. Pero me gustó lo de la Ira y la Gracia habitando juntas.
Insisto: El refinamiento del amor me parece una de las misiones más importantes del crítico. Y quizás también del analista. ¿Vamos al psicoanalista para que nos enseñe a amar? ¿Leemos libros buscando esa enseñanza? ¿También deberíamos, siguiendo a Heidegger, encontrar en estos espacios de lectura y de oralidad, de encuentro con la palabra, la enseñanza del odio?

Lo que digo suena mal pero si el amor es ecuménico, ¿no lo es también el odio? Y retomando lo dicho, es la indiferencia, esa estática y vacua indiferencia, la que nos aleja del amor. Toda pasión de amor esconde una pasión del odio. Y también es posible que aceptar nuestro odio, nos ayude a conocer mejor nuestro amor. Aunque una vez César Aira escribió que al terminar Ema, la cautiva se dio cuenta, dijo, que “había creado para mí una pasión nueva, la pasión por la que pueden cambiarse todas las otras como el dinero se cambia por todas las cosas: la indiferencia.”
Pero no nos desviemos. Sigamos con el odio y el amor. Creo, estoy convencido, de que el crítico está en la obligación de odiar, a sabiendas de que esa práctica puede darse vuelta como una serpiente y morderlo en la cara. Todo esto suena muy mal –hay un pudor que nos impide hablar con libertad– pero mi voluntad es sincerarme y si no le decimos eros al amor, no veo por qué no podemos, no sin cuidado desde ya, hablar de odio y de su función, su energía, su potencial.
El poeta Ogden Nash escribió alguna vez que “Cualquier muchacho de escuela puede amar como un loco. Pero odiar, amigo mío, odiar es un arte.”
Mucho antes, en 1826, el crítico inglés William Hazlitt publicaba un breve pero contundente ensayo titulado The Pleasure of Hating. Odiar como un arte. Odiar como un placer. Quizás en ese placer se oculte la culpa, y sea la culpa lo que nos separa del odio. Hay algo de El malestar en la cultura en  ese breve ensayo. Les leo un párrafo:
“¿Qué posibilidades de triunfo tiene la pasión auténtica? ¿Qué certeza hay de su duración? Viendo todo eso como yo lo veo, y desenredando la maraña de la vida humana en sus diferentes hilos de mezquindad, rencor, cobardía, insensibilidad, falta de comprensión, indiferencia hacia los demás y desconocimiento sobre uno mismo, viendo que la costumbre prevalece sobre toda excelencia, y que esta sucumbe ante la infamia, habiéndome equivocado tanto en mis esperanzas públicas y privadas, juzgando a los otros a tenor de mí mismo y juzgando mal, decepcionado siempre por aquello en lo que más confiaba, incauto en la amistad y burlado en el amor, ¿acaso no tengo motivos para odiarme y despreciarme? Sí, con toda certeza; sobre todo por no haber odiado y despreciado al mundo tanto como debía.”
Otra cita: “La naturaleza parece (cuanto más la observamos) hecha de aversiones: sin nada qué odiar, perderíamos el auténtico resorte del pensamiento y de la acción. La vida se convertiría en una charca de agua estancada si no la agitaran los intereses opuestosy las pasiones irrefrenables de los hombres.”
Refinar nuestro amor y refinar nuestro odio implica saltar por arriba de las convenciones judeocristianas que dicen que amar está bien y que odiar está mal y que oponen estos dos conceptos, estos dos sentimientos. La Iglesia Católica, que sabe de odios, cayó desde hace algunos años en la práctica, sosa y oscura, de celebrar el amor sin más que citarlo. Los grandes teólogos, que sabían de amor, fueron quedando olvidados. Me resulta ingrato constatar que hoy muchos sermones parroquiales suenan a la insípida prosa institucional de la autoayuda, ese registro editorial donde el odio aparece prohibido.
Hace unos días me comentaron que Virgina Woolf dijo una vez que las mejores frases de amor son las que expresan odio al objeto amado. Lo mejor del amor expresa odio al objeto y en el medio, la lengua. Las mejores frases. No puedo encontrar la fuente de la cita y posiblemente no exista como tal y Virgina Woolf nunca haya dicho ni escrito eso. Sin embargo, hay algo en esa idea, algo incómodo, que tiene una tibia luz de verdad.
“Las mejores frases de amor son las que expresan odio al objeto amado.”
¿Cómo vamos a hacer consciente lo inconsciente si no aceptamos y adjetivamos nuestro odio? “El odio es una complacencia de las personas rudimentarias” dijo Borges una vez para tratar de convencernos de que no odiaba a Rosas ni a Perón. Pero los odiaba. Y odiaba eso en lo que lo convertía el odio, un odio que era antiguo, que lo superaba, que lo transformaba. Y nosotros, hoy, aquí, odiamos ser rudimentarios o ser tratados de rudimentarios o ser sospechados de rudimentarios. Aceptarlo, aceptarnos odiadores, hace que lo seamos menos, hace que relativicemos ese odio que de otra forma nos arrasaría. ¿Qué cosas nos desagradan, nos irritan, nos descomponen, nos manipulan? ¿Qué cosas finalmente nos movilizan, nos importan? ¿Es muy disruptivo sincerarse y decir que tenemos necesidad de odio y que el odio llega y a veces es útil, un fetiche necesario, calmador de ansiedades, incluso consuelo liberador, restablecedor del sentido, herramienta para posicionarnos en el mundo? El amor no puede ser siempre totem, y el odio no puede ser siempre tabú. Si nos quedamos en eso, vivimos en la hipocresía y el encierro, en el espiral neurótico del que da vueltas y vueltas y nunca concreta.

Comentando la antología de Joerg Drews, titulada Los poetas insultan a los poetas, Claudio Magris dice “a veces se justifica con la necesidad, para un artista, de afirmar su visión y representación del mundo negando aquellas, diversas o antitéticas, que podrían contraponerse a la suya” pero enseguida aclara que “es más frecuente que estos vilipendios endogámicos, internos a la corporación, revelen un origen menos noble: un narcisismo exasperado, una pretensión celosa por ser el único dios creador que se pueda adorar, y una penosa inseguridad, que advierte todo homenaje que se le rinde a otro como un hurto y un atentado a la propia necesidad de ser amado y aceptado.”
Otra vez, la necesidad de ser amado, la intrínseca relación entre odio y amor, esta vez cruzada con la envidia, un sentimiento, que parece unir ambas pasiones. Sin envidia, sin narcisismo exasperado, sin pretensiones celosas, sin penosas inseguridades, sin imperativo de ser amado y ser aceptado, probablemente no tendríamos la necesidad de escribir y, lo que es más lastimoso aun, tampoco de leer.

Me gustaría para terminar citar una escena de análisis, con un conocido chiste. La única variación que propongo es que se trata de un crítico literario el que entra, esta vez, al consultorio. Empieza la sesión y una vez más, ¡cuántas veces lo hizo ya!, el crítico empieza a describir la relación tensa que mantiene con sus colegas, con otros lectores, con los que escriben, copn los que leen, con los que publican, con los que lo ironizan por mail, con los que los insultan por Facebook, con sus alumnos, con sus maestros, con otros escritores, con editores, con amigos poderosos y enemigos astutos, con otros críticos.Y entonces el analista lo para y le pregunta:  ¿Pero alguno de sus colegas sufre algún tipo de enfermedad mental?– ¿Sufrir? ¿Sufrir? –piensa el crítico –. Bueno, creo que no, creo que en vez de sufrir enfermedades mentales todos parecen disfrutarlas.
 
19/06/2014

 

 

domingo, 22 de junio de 2014


Literatura, Psicoanálisis y Amor. Por Juan Terranova.

Debate luego de la ponencia que diera en Rosario para el evento sobre Literatura y Psicoanálisis organizado por La letrina de Apolo.


(Parte 1)

Juan Terranova (tramo final de su ponencia): Termino, me gustaría para el final, entonces, citar una escena de análisis que es con un conocido chiste, la única variación que propongo es que se trata de un crítico literario el que entra esta vez al consultorio y empieza la sesión y una vez más, cuántas veces más, el crítico empieza a describir la relación tensa que mantiene con sus colegas, con otros lectores, con los que escriben, con los que leen, con los que publican, con los que no publican, con los que lo ironizan por mail, con los que lo insultan por Facebook o por Tweeter, con sus alumnos, con sus maestros, con otros escritores, con editores, con amigos poderosos y enemigo astutos, con otros críticos finalmente, y entonces el analista lo para y le pregunta: ¿pero alguno de sus colegas sufre algún tipo de enfermedad mental? Y el crítico piensa: sufrir, sufrir, y responde: bueno, creo que no, creo que en vez de sufrir enfermedades mentales todos parecen disfrutarlas... Hasta aquí, muchas gracias.

Marcos Apolo Benítez – Bueno, me encantó tu ponencia. Me parece magistral, hay mucho para releer ahí. Estaría bueno que a lo que fuimos recolectando de las tantas cosas que fue diciéndonos Juan podamos transformarlo en preguntas, si es que alguien quiere.

Pregunta – Cuando hablaste de no hacer del odio más que tabú, y traías, al principio, lo que Marcos te contestaba en relación a esta especie de hablar de Eros para no entrar en el terreno del amor. ¿Qué podes decir de esto de dejar el odio del lado del tabú, o que no se permita el odio, parece que esconde o que es defensa ante qué… qué miedo hay al odio, al odiar o a manifestarlo?

Juan Terranova – Bueno, yo hablaba de la cultura judeo–cristiana que nos atraviesa fuertemente, digamos. Yo en esto sigo mucho a Freud, me parece que ahí se termina de articular, todavía hoy, cien años después, ciento veinte años después, o cien años después; estaba muy arraigada en nosotros y me parece que es como una especie de residuo medieval. Pero al mismo tiempo no, porque es verdad que nosotros hoy acá podemos hablar de refinar el odio, pero no se puede salir con un megáfono a decirle a las masas que refinen su odio, porque básicamente las masas no refinan nada nunca y se van a dedicar a matar gente, ¿no? Ya se ha vivido el siglo veinte, muchos intelectuales, a lo largo del siglo veinte europeo, cuna de la civilización, han impulsado esta idea de refinar el odio y han terminado apoyando regímenes patibularios y cosas que nos han llenado de historias que son muy divertidas de leer, muy entretenidas de leer, pero terribles de sufrir. Entonces me parecía que ahí había algo que es muy complicado de decir. Yo esperaba que la primer pregunta que me hicieran fuera: bueno, pero ¿Qué cosas te generan odio? Venia preparado para eso, la pregunta que me hiciste es mucho más difícil, pero creo que viene un poco por ahí para empezar a charlarla, el tabú viene por ahí, el odio es algo del orden de lo privado, nadie odia en público, nadie entra acá y dice “Te odio”.

Comentario – claro, me refería a esto de no salir con un megáfono como si tendría que ver algo del orden de lo político, qué se hace con lo político.

Juan Terranova – sí, de lo privado ¿no?

Comentario – ...sí, en lo privado, pero el problema está en lo público, en la masa...

Juan Terranova – sí, sí, es muy complicado...

Comentario – porque quería pensar el tema que traés de la crítica literaria, con el rol de lo político que tiene esto. ¿Qué herramientas tomás del psicoanálisis vos para hacer crítica literaria y saber que van a empezar a atravesar estas cosas tal vez más pensadas para una clínica, que queda más por el lado de lo singular, la problemática, cuando, bueno, interviene en un aparato de lectura crítica y aparece lo político. Planteás esto de la desestructura, que la crítica tiende hacia desestructurar.

Juan Terranova – te estoy escuchando y me parece muy interesante. Yo creo que el crítico tiene que sincerarse, porque está pensando en la autonomía del arte. Entonces si, bueno, ¿si a mí me genera odio?... A mi hay cosas que me lo generan. El equívoco literario argentino me genera odio, actual, contemporáneo, no te lo puedo negar a eso, hay cosas muy equívocas, que me embrutecen. La Revista Ñ, qué se yo, no sé, yo leo la revista Ñ y quiero romper todo, no en un sentido abstracto, quiero romper todo en serio, por su brutalidad. Hay zonas de la revista Ñ que no, pero hay zonas de la revista Ñ que sí. Otros escritores me generan odio, ¿qué voy a hacer? Está bien, yo no puedo salir a militar el odio, pero yo tengo que usar esa parte de amor y esa parte pasional que tiene el odio y tratar de ir contra ese equívoco y tratar de clarificar esa situación. Obviamente después hay un montón de gente que no lo entiende y rápidamente te acusan de fascista. Le decís “no me gusta lo que hiciste"... Hay un meme muy bueno de internet en donde hay un personaje de Futurama que está haciendo de crítico en ese momento en una obra de teatro y dice:“Tu obra es una porquería, te tendrías que sentir mal” lo acusa, es medio compleja la imagen, pero es un crítico diciéndole a un objeto de crítica, a un autor no a un objeto de crítica, a un autor, “te tenés que sentir mal” y eso es un tabú ahí, ¿no?, me parece que desearle el mal a una persona es una cosa terrible, sobre todo que es un artista-, y eso, el problema que tener que asumir esas responsabilidades de decir qué eso está mal, es la pobreza. Yo veo que ahí hay como una pobreza en que no se diga eso, creo que la riqueza justamente está en, hegeliano como soy, en la dialéctica, y yo no veo mucho eso últimamente y me preocupa, veo mucho Like de Facebook, veo mucha adhesión, veo mucho cada uno con la suya, tratando de hacerse su lugar y no veo mucha discusión, donde veo discusión, que en un momento fue entretenido ahora veo parálisis. Voy a lo de la política, no me olvido, en un momento discutir kirchnerismo antikirchnerismo era interesante, entrabamos ahí a los Blogs a insultarnos, argumentar, todo el mundo y después, ya el territorio de Facebook donde hay que dar la cara, donde esa cosa barroca de las máscaras se evaporó un poco, ahí aparece o el insulto directamente, sin ironía o la segregación que es mucho peor que el insulto, “con vos no voy a hablar porque sos un kirchnerista de mierda” “KKKKKKK”, qué se yo, que va para los dos lados ya a esta altura. Entonces, claro, yo cuando ejerzo la crítica de libros no pienso en un situación de publicidad, pero es verdad que también mis críticas están motorizadas por el odio en ese sentido, al equívoco, a la pereza, a la magnificación de cosas que no se lo merecen y me sincero frente a eso, pero tampoco saldría con un megáfono a pedir que linchen a un escritor, ni a un político, qué se yo. Ese es el peligro que tiene el sinceramiento en ese sentido. No sé si respondo un poco. El tótem y el tabú están siempre, tenemos que tener represión.

Comentario – en esto de que la crítica no quede en un lugar de a posteriori de lo que se critica, digo, que se pueda pensar en un acto de creación en la crítica misma, sino, sostenemos nada más que el tótem y el tabú y se hace la obra de arte y el crítico viene luego...

Juan Terranova – lo estuvimos hablando mucho con Marcos a eso y el rol que cumple la universidad en ese sentido, que forma investigadores y no forma críticos en las humanidades, entonces vos tenés gente que está investigando, que sabe un montón sobre Lugones, yo qué se viste, me parece gracioso pero, La obra desaparecida de Lugones, que no existe, porque está desaparecida, está investigando eso, qué te parece, la verdad qué se yo, no sé, te ganaste una beca del Conicet, tu vida es una mierda, hace lo que quieras. Sí, estoy súper de acuerdo. Mi esfuerzo como crítico está en leer a mis pares.

Marcos Apolo Benítez – Está bueno lo que decís, yo coincido con el diálogo que entablaron. Vos decís refinar el odio y bueno, refinar el odio, yo lo entiendo como el ejercicio de la crítica como lectura creativa. Ahora, mi sensación, o mi lectura, es que eso falta, tanto en la crítica literaria como en el psicoanálisis. En el terreno del psicoanálisis se escucha demasiado la recitación pajera de Freud, de Lacan, que hace el discurso universitario; y en la crítica literaria, bueno, cuando directamente, por no ejercer la crítica, nos quedamos o en el anatema, la indiferencia total, o en el elogio comercial. Ñ es eso, una propaganda de “los nuevos escritores”, "las nuevas tendencias"...

Juan Terranova – Ñ lo puse como ejemplo porque nos reímos todos un poco de eso, jaja, somos muy superados. Ñ no estaba mal en su momento, pero el problema es que lo hace gente que es oligofrénica, entonces, yo los conozco digamos, o sea, ¿qué querés?... están hechos mierda por el periodismo y bueno, qué se yo, Diego Erlan, que es el editor de libros, yo lo conozco, fui a jugar al futbol con él, es un oligofrénico, digo, ¡es un oligofrénico!, ¡tiene problemas de oligofrenia!, digamos ¿me entendés? No estoy siendo metafórico, ¡es un tipo que no puede leer un libro! ¿Cómo hace el editor de libros del suplemento más importante del diario más importante de la Argentina, un tipo que no puede leer, que solamente lee a Murakami editado por Tusquets? ¡Me vuelvo loco!, ¿Cómo se lo permitimos nosotros? Tenemos que ir a tirarle verduras… ahí me sale la cosa del megáfono… tenemos que ir a tirarle verduras a la puerta de la casa. Pero bueno no, nosotros vamos y le decimos “Ay Diego, me encanto”; sacó una novela hace poco que es una mierda total: “me encanto tu novela, que se yo, así me tiras una reseñita, me pagas trecientos pesos”, ¡andá a la puta que te pario! Entonces estamos todos tratando de rascar el fondo de la olla de las instituciones de mierda, y la verdad es que no es que falta pero estamos muy separados, estamos muy alejados. Antes íbamos a pelear contra el partido comunista o nos hacíamos lugar en el partido comunista, o íbamos con el fascismo, lo que vos quieras. Ahora estamos muy sueltos, no nos conocemos, no sabemos quiénes somos, nos vemos por internet todo el tiempo y nos juntamos y tratamos de, pero no hay nada que aglutine gente que se pueda oponer a la plutocracia, basicamente ese es el problema que tenemos, ese es el problema de la década ganada. Estamos intentando todos hacer un montón de cosas, pero la verdad es que es todo muy residual en ese sentido, yo no creo que haya tanto un desierto, sino que son como muchas lagunas que no se terminan de conectar, por eso me parece que tanto el crítico, como el psicoanalista crítico que no se va a conformar con armar su consultorio, sino que, bueno, va a tratar de formarse más allá del psicoanálisis establecido, necesitan nuclearse, necesitan relacionarse y la herramienta muy importante ahí es internet, pero hay que saber usarla, hay que invertirle tiempo. Yo veo eso, que hay muchas cosas, que Argentina tiene mucha capacidad productiva en ese sentido pero están separadas, están inarticuladas y eso me parece que cada vez es más notable. No sé si antes era mejor, tiendo a pensar que antes era mejor por un grado de melancolía extrema y porque quiero tener esperanza de que eso vuelva, pero no sé si antes era mejor, creo que no, creo que si había grandes aglutinadores de discurso también eran institucionales fuertes. Bueno, hay momentos que serían recuperables, el momento que hoy citabas vos en el taxi de Masotta y García y formándose entre ellos y creando la Escuela Freudiana de Buenos Aires entre ellos, buscando una legitimación que no tenían, gente que estudiaba mucho...

Marcos Apolo Benítez –  creando Literal.

Juan Terranova – sí, haciendo sus revistas, etc. Es un momento, para mí, muy importante. Y después internet, bueno, tiene sus lugares de discusión, me parece que son interesantes, que es una muy buena herramienta. Creo que el momento de los blogs fue más interesante que el momento de Facebook, no sé por qué, quizá porque era nuevo, pero había como una cosa mucho más barroca, más del barroco, como una cosa más shakesperiana de las máscaras, de juego, de juegos con el lenguaje, de cosas más cruzadas. Facebook es muy botón, Facebook es muy de la CIA, se nota mucho que es la CIA. Por ahí no están los tipos de la CIA atrás, pero el panóptico ese foucaultiano está funcionando todo el tiempo. Es verdad lo que decía el otro día un escritor amigo, decía que lo más trágico del sistema aprisionante de información de Facebook es que nadie nos mira. Lograron eso, que deseemos ser mirados. No te van a robar nada, no te van a espiar. Vos querés que te espíen, estás en Facebook para que te espíen otros digamos, es mentira que estás ahí y te están espiando y vos estas siendo presa de eso, no, el narcisismo extremo hace que uno quiera ser mirado todo el tiempo y que si no te miran y no te espían te sentís mal, te sentís relegado.

Pregunta – ¿Te puedo hacer una intervención? Yo me topé con tu obra hace unos años, leyendo un poema tuyo, incluso combativo, en la revista “Lucha armada”, un poema tuyo, “El ignorante”. Un poema muy duro…

Juan Terranova – estaba muy enojado cuando lo escribí.

Comentario – decías “Trotskistas putos de mierda”, no se bien…

Juan Terranova – ¿trotskistas putos de mierda?... Puede ser...

Comentario – no me acuerdo el nombre, pero hay un fragmento que me pareció muy elocuente incluso en la época, me pareció interesante por qué del Barco propuso ese poema para disparar...

Juan Terranova – hubo una polémica con del Barco en Córdoba bastante importante, ¿no? 

Comentario – sí sí, y bueno, después del primer contacto que tuve con tu obra me puse a investigar, a ver quién eras. Con el tiempo, bueno, te fui rastreando por tu blog y algunos libros, no he terminado. Se te presentaba a vos como un joven escritor provocador y me resultó interesante. Vi en eso el trasfondo que hoy traés acá de mucho odio. Después vi, cuando pasó el tiempo algunas críticas que te hacían a esto. Te ubicás en una delgada línea, que a mí me pareció muy interesante, pegándole a la corrección política y me gustaría saber, si tenés una opinión, me imagino que sí, qué podes decirnos respecto de…., no creo que esta década se agote en una fórmula de corrección política, pero qué podes decir, me da la sensación de que hay mucho que podes decir al respecto, de esa corrección política, de esa manifestación estética del fenómeno político, pero que no agota el fenómeno político. Me dio la sensación de que vos vas siempre por ahí, pero no termino de encontrar, todavía, lo qué podes decir...

Juan Terranova – bueno, yo tampoco. Muchas gracias por leer lo que hago y está bien lo que decís y la respuesta que tengo es esa, siempre estoy tratando de ver como uno… el escritor, el novelista sobre todo, pero el crítico también, tiene que ver cuáles son esos secretitos de mierda que guarda la gente, digamos, que guardan los partidos políticos, las instituciones, esa es la novela burguesa, se construye con eso, buscando y rebuscando ahí. Es completamente freudiana la novela burguesa. Y hoy, hace unos años, se instaló esta cuestión de lo políticamente correcto, que a mí me incomoda mucho, y me parece extremamente represivo. Represivo y vacío e ignorante, vacío de la bibliografía más fundamental para entender cualquier cosa en cualquier ámbito. Como que lo políticamente correcto está vacío de los libros que a mí me gustaba leer o que me gusta leer, o lo que a mí me gusta escuchar. Creo que tiene que ver, si uno se pusiera a hacer una genealogía del concepto, tiene que ver con la caída del muro de Berlín, con la caída del bloque soviético, con la falta de una polaridad en ese sentido y la destrucción de los dos grandes bloques que articularon la segunda mitad del siglo veinte. Tiene que ver con que en estos treinta años de democracia, veinte, el peronismo como fuerza política había desaparecido prácticamente, más podríamos decir porque cuando Martínez de Hoz es designado ministro de economía dice una frase, dice: “cuando yo termine mi ministerio, la palabra peronismo no va a significar nada”. Tuvimos que esperar hasta el dos mil tres para que volviera esa palabra a significar algo que tiene alguna relación más o menos coherente con lo que entendíamos como peronismo. Si bien después te pones a revisar el menemismo y te das cuenta de que eso también es peronismo, es mentira que no es peronismo, por más que les pese a los kirchneristas digamos, es una lectura más del peronismo. Entonces cuando aparece, cuando hay como todo un caldo de cultivo ahí que genera personas huérfanas de ideología, entidades huérfanas de ideologías que se tienen que construir su ideología o se tienen que construir su religión, entonces, lo estuvimos citando, vale la autoayuda, es una especie de religión nueva, a la mano, y va asociada a la corrección política. Entonces me parece que hay una genealogía, sería interesante verlo. No es lo mismo Néstor Kirchner reaccionando contra una Argentina quebrada, en default, con un caos social digamos, que Cristina alimentando entidades como el INADI, donde la corrección política además… no te rías, porque el INADI es súper poderoso, se les dan ocho millones de pesos por mes al INADI, ¿Qué hacen con ocho millones de pesos por mes en el INADI? Y es una especie de policía de la corrección política. Yo leo Pagina 12 y veo eso. Yo trato de reaccionar. Siempre reacciono mal, siempre quedo como off side.

Comentario – a mí lo que me resulto muy llamativo de ese poema tuyo, que fue antes del 2005...

Juan Terranova – este año cumple, la edición en papel, diez años.

Comentario – bueno, incluso estabas como yéndote a una denuncia, entre comillas, con cierta inocencia, en mi juicio, política en los setenta y vino eso a manifestarse con cierta precocidad, lo que fue el auge de una superestructura, una estética en Argentina que era como el dispositivo central. La pregunta que yo te hacía, también me la hago a mi. ¿Cómo, tal vez, construir o situarse en una estética diferente que no por ello sea reaccionaria? Por más que te digan que lo hacés por derecha, a esta altura me chupa un huevo, pero, ¿cómo se construye un dispositivo, o si hay lugar?...

Juan Terranova – mirá, con respecto a esto, cada vez que me dicen que yo soy de derecha, yo les estoy empezando a decir que sí, pero, cuando me dicen que soy fascista digo bueno, y para vos por ahí sí, qué se yo. Me van a terminar convenciendo. La otra vez decíamos: “no, claro, no somos de derecha, es que estos son unos pelotudos”, esa es la conclusión que sacamos, hablando de la gente que escribe en Página 12, que tiene zonas bastante más aceptables que otras. Y bueno, ese es el desafío, cómo escribir por afuera de eso. Yo creo que hay una bibliografía. A ver, este dibujo: estudiante de humanidades de la Universidad Nacional de Rosario, que lee a Bataille y trata de llegar al orgasmo metiéndose el dedo en la oreja, qué se yo, no sé, digamos, cariño, planteáte las cosas un poco más en serio. Date cuenta que no podés salir a insultar a todo el mundo, si estás leyendo Bataille, que es una cosa súper importante, estás transgrediendo un montón de cuestiones, digo, no es una moda, etendé esa bibliografía como lo que es. “El Erotismo” de Bataille, plantea que hay una necesidad del mal en el hombre, entonces me parece que ahí hay algo… que antes siempre te corrían con el estalinismo: "bueno, si tanto te justa la joda, porque no te hacés un viajecito a Moscú". Hoy no tenés ningún lado, tenés que ir a la luna, la corrección política no se cuál sería, el espacio, el vacío, la película esa “Gravity”, los dos están en el vacío y es todo políticamente correcto porque nada los tracción hacia ningún lado. No sé, qué se yo, nunca cogen, Geroge Cloney y Sandra Bullock, entonces están tratando de escapar del vacío. Pero me parece que hay una bibliografía, claro, pero circula y no es tenida en cuenta. Pasa un poco lo que decía Marcos con el psicoanálisis que, vos leés cualquier texto de Freud, Freud hoy sería como una especie de misógino hitlerista, digamos, que anda denunciando que las mujeres solamente pueden tener relaciones con una botella de Don Perignon, que es la definición de la histérica que no acababa y cuando aparecía el significante Perignon.. ahh, trago todo… cualquier cosa de Freud que vos leas, ni te hablo de Lacan, que aparte, era un bonapartista, ese sí que era de derecha en serio. Era bonapartista, el tipo, lo decía, tenía esas actitudes, y era refractario a cualquier pensamiento distribucionista, ni siquiera de izquierda; acá no se distribuye nada, yo soy profesor, ustedes escuchan y hacen lo que yo les digo. Y entonces empezaba con su teoría de la relación que nosotros tenemos con el amo, y es muy interesante eso, aparte toda esa bibliografía choca totalmente contra la corrección política. ¿Qué es la corrección política finalmente?, ¿que no puedas decir enano?, ¿que no pueda decirle negro a un negro?, ¿que no puedas decirle puto a un puto? Es más, te voy a decir, en el lenguaje mismo, en la utilización del lenguaje empiezan a aparecer los significantes y significados que empiezan a chocar con eso. Me ibas a hacer la pregunta sobre el feminismo, ya me puse medio incómodo. Yo tengo muchos problemas para discutir con el feminismo, primero porque no sé lo que es el feminismo y segundo porque cuando voy a la biografía del feminismo encuentro que el feminismo es todo y nada, y hay bibliografías interesantes y justamente discuten cosas que están mucho más cerca. Ahora, lo que se entiende por feminismo en el suplemente “Soy” de Pagina 12, y no sé, me parece que es gente muy ligada al “Caso Dora”, para poner como un ejemplo freudiano, el caso del querer y no poder…

Marcos Apolo Benitez –  La pregunta que te quería hacer, siguiendo esa línea y retomando lo que decís, es: vos hablabas de complejizar el amor. Cuando no se lo complejiza, cuando no se lee el odio en el amor caemos en la banalidad brutal de la negación, es decir, el idealismo del amor. Concretamente, ¿qué consideras vos, o que pensás sobre el acoso verbal callejero? El piropo, algo tan en boga, incluso asunto de estado.

Juan Terranova – Claro, sí. Bueno, no tengo mucho elaborado sobre el tema. Yo escribí un par de notas por la cual me echaron de un medio. Que era gracioso porque me estaban echando y yo no me podía dejar de reír, pero me reí histéricamente porque sabía que estaba mal lo que estaba haciendo, hasta que me llamo mi vieja, la voz, así, total, como si me llamara Edipo de Tebas: “Portate bien, o date cuenta boludo, perdés todos los trabajos”, entonces dije bueno, no me voy a reír más. A mí me pareció una cosa súper graciosa, retrograda, que no entendieran la ironía. Una persona que se dedica a militar en la Argentina, y a escribir y a llevar adelante acciones, que no se pueda defender de la ironía, que no entienda la ironía, es una persona para mi desfasada, que se yo. Lo único que tengo para pensar del piropo es que Cristina está en contra del aborto. Lo único que tengo para decirle a Pagina 12 que saca en tapa el tema ese cuando le conviene para atacar a Macri porque Macri salió a decir qué se yo...; yo lo que tengo para decirle es eso: Putos y tortilleras del cristinismo, Cristina está en contra de aborto, loco. Ahí hay que mover la discusión, vos estas acá pelotudiando con esto del piropo y Sudáfrica tiene el aborto libre y Argentina no, y la Argentina tiene el matrimonio igualitario, hicieron todo un quilombo y se pensaron que después venia y le frenaron el recontra carro con eso. Entonces, ¿qué instalamos, qué tema vamos a instalar? Claro, pero el piropo parece parte del corpus de lo políticamente correcto. Va a llegar un momento en que nosotros no vamos a llegar a hablar por la calle, pero no importa. No vamos a poder hablar por la calle y no vamos a tener aborto libre y gratuito digamos. Vamos a estar recontra jodidos. Es muy complicado el tema en ese sentido.

Marcos Apolo Benítez – parece ciencia ficción pero es un hecho. En algunos lugares, en Nueva York por ejemplo, al piropeador lo escrachan, le sacan una foto y la suben a una página de cierto organismo controlador. “Piropeador”como “Violador”, digamos.

Juan Terranova – lo único que tengo para agregar sobre eso, porque yo escribí bastante sobre el tema y aparte no quiero seguir embarrándola. Le preguntaban a una mujer que militaba en una organización en contra del acoso verbal callejero y le decía: ¿Cómo sabe usted que se da la situación de acoso verbal callejero? Y dice: si lo siento como acoso, es acoso. Bueno, hay que salir a la calle y evidentemente yo soy una persona sexuada, que tiene genitales y la mina va a sentir como acoso que vino un tipo caminando y que ahí debajo de esas telas de ropas tiene un pene y ella se va a sentir acosada. Entonces esto me parece muy impracticable. Cualquier bibliografía de la carrera de Sociales te dice que ahí hay una situación de histeria imparable.

viernes, 20 de junio de 2014


El vampiro de Ezeiza. Por Marcos Apolo Benítez

 “Un delito de amor se torna parte integrante del vampirismo. […] Es un héroe fatal para sí mismo y para aquellos que lo rodean; su amor es maldito”.
Mario Praz
 
El bicho, terriblemente obeso revolotea por el aire sin decidirse a bajar. Vuela lento. Panzón. Se nota que ha chupado demasiada sangre.  Si aterriza, duda de poder remontar vuelo. Si no aterriza, teme que el cansancio lo afloje y le haga estrellarse. Vacila… Debería alejarse, pero su amor voraz y fáctico hace que todavía tenga mucho que absorber.
Aletea bajo, lo suficiente como para que se note que ha envejecido. Tiene la pesadumbre de un abuelo viudo. Le cuelgan unas  enormes pelotas peludas.
Un niño que juega en el predio, junto a sus padres y junto a otras tantas familias con sus hijos retozando al sol, alza la mirada y alcanza a verle las bolas al viejo murciélago. Al instante pega un grito, y hacia el cielo señala con su dedo. Inmediatamente la muchedumbre familiar entra en pánico. Alzan las manos, se trepan a los árboles y le arrojan con objetos como para bajarlo y alcanzar al impúdico vampiro protopederasta.
Éste, lerdo pero no perezoso, ante tanta sangre en ebullición pega el raje. La sangre es un brebaje que se toma tibio; caliente produce retorcijones, y  frío -al espesarse- causa indigestión. El vampirismo es un arte de templar los extremos para saciar la propia extremidad.
Las familias, indignadas y furiosas, ante la huida del viejo chupa sangre entran en crisis y empiezan a desangrarse entre ellas. El predio termina viscosamente manchado. Demasiada tentación para nuevos y ágiles vampiros.
Mientras tanto, el viejo y obsceno sanguinario se pierde en el ocaso con su leyenda incierta; muerto, sin poder morir.

sábado, 14 de junio de 2014



¿CUÁNDO MUERE UNA LENGUA?

 
Una lengua muere cuando ya nada pregunta; cuando la boca se ha puesto rígida y morada, y automordisqueada termina por atragantarse.
Toda lengua muere por su boca.

¿Cuándo muere una lengua?

Cuando se ha encerrado en el nicho de sí misma por mucho más tiempo que el necesario para mutar en otra especie, volviéndose costra - crisálida - esqueleto.

¿Cuándo muere una lengua?

Cuando se identifica consigo misma; cuando se ha vuelto identidad, propia casa, patrimonio, patria, bandera, nación, útero. No importa que la hablen todos si todos ya no dicen nada… ¡muerta! Muerta si es apenas declamación y artificios de tautología. Muerta si sólo es palanca de efectos especiales y pólvora para pirotecnia. Muerta si es mero delirio eufemístico y superlativo. Muerta si es cosa juzgada.

¿Cuándo muere una lengua?

Lejos de pensar que una lengua muere con su último hablante, en realidad, muere cuando todo-habla-una-misma-lengua. Muere en su intento de totalidad uniformante. Y dará su último estertor cuando se ahogue en su exceso de conciencia y en el intento de fetichizar su historia contra los burladores azares del olvido.

¿Cuándo muere una lengua?

Por más aparatosa y fanfarrona, chacharera e histriónica en su presunción, una lengua yace muerta cuando desmiente su muerte y su hambre caníbal, comiendo a sus hijos hasta reventar.
Toda lengua muere al tragarse a sí misma.

 


 

 

 

 

viernes, 6 de junio de 2014


¿QUÉ ES LA LITERATURA?
La respuesta no es tan importante como la pregunta, ya que respuestas hay demasiadas y de todo tipo, incluso tantas que se termina por escamotear y disimular la fuerza de preguntar. En cambio, el detenerse un momento a olisquear el miasma de época  que implica —o que al menos debería implicar— una nariz preguntona, pareciera ser un sentido de orientación atrofiado.
La verdad de la pregunta no es su predicado sino la postulación de su insistencia.
La experiencia nos ha hecho notar que cada vez que se interpela al disertante (sea éste docto, sacerdote o demagogo) sobre el qué, el por qué o el cómo de lo que dice, inmediatamente se produce la incomodidad y  repudio de su parte —y también de parte del público— que pareciera no querer saber nada de lo que subyace en lo dicho. A tal superficialidad de “lo dicho dicho está” hay que llamarla disciplina. Y todos sabemos —o al menos deberíamos advertir— cómo a fuerza de sermones-cerrojos se domestica al oído.
No deja de ser alcahuete periodismo la pregunta que no sea formulada con la oreja y la nariz.
Ante la pregunta (digo pregunta y no mera repetición de fraseo fetiche entre signos de interrogación) el funcionario de respuestas nunca quedará callado y arremeterá a la defensiva; inmediatamente jugará la retórica carta paranoica de transformarnos en ofensores. Así, sordo y veloz, responderá en contraofensiva, con tal de no dar cuenta del qué ni porqué de lo que dice, haciéndonos cómplice de la siniestra tautología (soy lo que soy, es lo que es) de hacer creer que todas las cosas del mundo son obvias.  
La ideología de la obviedad es brutal.
Se vuelve a corroborar siempre, y no está demás volver a insistir, que el territorio de la palabra es terreno de beligerancia. En este espacio de combate es clásica maniobra táctica hacer pasar a la interpelación por intimidación y a la pregunta que insiste por jodido peligro a rebatir y callar.
Hacer cerrar la jeta es siempre un asunto de mando; y cerrarla, de obscena obediencia.
      En una cultura de sistemáticos estrujamientos no es de extrañar que los efectos paranoides terminen por domesticar cualquier intento de cuestionar lo dado, y que la censura ya no necesite posicionarse como agente externo, debido a  que, fruto del hábito condicionado, el censor se internaliza en cada uno de nosotros, volviéndonos simples redactores, copistas, informantes; viral vasallaje.
El calco, la representación adhesiva, la mímesis vacua de la industria de la sugestión es el principio de la estupidez letal. 
 Escribiendo, por la inevitable experiencia de la corrección (tachaduras, reglas ortográficas, omisiones, supresiones, auto-exigencias, inhibiciones, ignorancia,  tedio y todo tipo de obstáculo para el acto textual, pero también la satisfacción del triunfo del texto sobre sus obstáculos) uno termina por darse cuenta que es su propio censor.
Feedback represor. Uno mismo produce y reproduce (proyecta) las amonestaciones correctivas de la voz. Parejita loca, besito mordisco.
Pero aquí las aguas se dividen: por un lado, los sordos copistas al dictado de las reglas del censor; por el otro,  la escritura en atención flotante, des-censora agujereante por definición.  
Preguntarse qué es la literatura es sostener la pregunta hasta el fin de las notas.
Las aguas seguirán divididas: entre los que colmarán las vasijas con revoque, y los que satirizarán los revestimientos.
Preguntemos a la mano del azar. Leamos en ella la trémula escritura  de su impredecible trazo.